Menú Principal

Poesí­a de otros

Iniciado por Fahrenheit, Junio 27, 2014, 17:27:27:08 PM

Tema anterior - Siguiente tema

Zaisei

 En la noche de sábado
de un miércoles
te pusiste a tocar
y yo me relamí­ mirando los dedos de tu mano izquierda.

Afuera Valencia era Lisboa
y un poco también pueblo de Alaska.
Una chica se masturbaba en un edificio de fachada verde.
Un vendedor ambulante con bufanda gritaba maravillas de una obra de Kafka.

Llegué hasta ti
como un carrito de la compra llega al pasillo de las cervezas.

Las luces de los portales son velas de cumpleaños.
Somos jóvenes.
Jóvenes como unos vaqueros en el escaparate
un libro en el camión de la imprenta
unas bragas en el primer curso de instituto.

Vivimos a tientas
en vuelos nocturnos con tormentas eléctricas y turbulencias.
Pero juntos.

Corremos por las carreteras secundarias
que son las arrugas de nuestras sábanas.
Nos atropellamos
perforamos el depósito
huele a gasolina
nos vamos a matar.

Escúchame:
me da igual colgar de un árbol
en el tramo más peligroso del Nilo
si estoy contigo.

Nuestra cartera está vací­a
-el dinero me da ganas de jugar
con las vértebras de los banqueros
al tiro con arco-,
déjame que te enseñe a llenarte las manos de algo mejor.

Esto es tinta
pero huele a sangre.
Tú eres hombre
pero hueles a libro.
Contigo quiero perder todos los dí­as el marcapáginas
releerte
pasar el dedo por tus lí­neas
no saber por qué capí­tulo voy y empezar desde lo que ya leí­ ayer.
Redescubrirte
subrayarte
pero jamás recomendarte: sólo yo puedo doblar tus esquinas.

Me crecen los brazos
cuando señalo con ellos
que te quiero desde aquí­ hasta aquí­.

Te quiero
aunque desde el balcón no veamos la Alhambra.

Aunque me dé miedo
te quiero.
Te sigo queriendo
aun sabiendo que quererte
es meter los dedos en un enchufe.

Nerea Delgado (http://luzenlasalturas.blogspot.com.es/)

Mima

Cualquiera dirí­a al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que vení­a,
eras tú.


Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centí­metros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesí­a en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.

Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrí­o
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonrí­es
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentí­a
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí­ me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.


Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al paí­s
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.


Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.



Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesí­a aún no ha escrito.

Elvira Sastre
(Blog: bleuparapluie)

Maria

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco dí­a,
y podrá desatar esta alma mí­a
hora, a su afán ansioso linsojera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardí­a;
nadar sabe mi llama la agua frí­a,
y perder el respeto a ley severa;

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco de Quevedo

Maria

¡Oh, cuál te adoro! con la luz del dí­a
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aún te llama exaltada el alma mí­a.

Tú eres el tiempo que mis horas guí­a,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesí­a.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando tu amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.

Carolina Coronado

Maria

¡Salve, llama creadora del mundo,
Lengua ardiente de eterno saber,
Puro germen, principio fecundo
Que encadenas la muerte a tus pies!

Tú la inerte materia espoleas,
Tú la ordenas juntarse y vivir,
Tú su lodo modelas, y creas
Miles seres de formas sin fin.

Desbarata tus obras en vano
Vencedora la muerte tal vez;
De sus restos levanta tu mano
Nuevas obras triunfante otra vez.

Tú la hoguera del sol alimentas,
Tú revistes los cielos de azul,
Tú la luna en las sombras argentas,
Tú coronas la aurora de luz.

Gratos ecos al bosque sombrí­o,
Verde pompa a los árboles das,
Melancólica música al rí­o,
Ronco grito a las olas del mar.

Tú el aroma en las flores exhalas,
En los valles suspiras de amor,
Tú murmuras del aura en las alas,
En el Bóreas retumba tu voz.

Tú derramas el oro en la tierra
En arroyos de hirviente metal;
Tú abrillantas la perla que encierra
En su abismo profundo la mar.

Tú las cárdenas nubes extiendes,
Negro manto que agita Aquilón;
Con tu aliento los aires enciendes,
Tus rugidos infunden pavor.

Tú eres pura simiente de vida,
Manantial sempiterno del bien;
Luz del mismo Hacedor desprendida,
Juventud y hermosura es tu ser.

Tú eres fuerza secreta que el mundo
En sus ejes impulsa a rodar,
Sentimiento armonioso y profundo
De los orbes que anima tu faz.

De tus obras los siglos que vuelan
Incansables artí­fices son,
Del espí­ritu ardiente cincelan
Y embellecen la estrecha prisión.

Tú en violento, veloz torbellino
Los empujas enérgica, y van;
Y adelante en tu raudo camino
A otros siglos ordenas llegar.

Y otros siglos ansiosos se lanzan,
Desparecen y llegan sin fin,
Y en su eterno trabajo se alcanzan,
Y se arrancan sin tregua el buril.

Y afanosos sus fuerzas emplean
En tu inmenso taller sin cesar,
Y en la tosca materia golpean,
Y redobla el trabajo su afán.

De la vida en el hondo Oceáno
Flota el hombre en perpetuo vaivén,
Y derrama abundante tu mano
La creadora semilla en su ser.

Hombre débil, levanta la frente,
Pon tu labio en su eterno raudal;
Tú serás como el sol en Oriente,
Tú serás como el mundo, inmortal.

José de Espronceda

Maria

Un poco de cielo y un poco de lago
donde pesca estrellas el grácil bambú,
y al fondo del parque, como í­ntimo halago,
la noche que mira como miras tú.

Florece en los lirios de tu poesí­a
la cándida luna que sale del mar,
y en flébil delirio de azul melodí­a,
te infunde una vaga congoja de amar.

Los dulces suspiros que tu alma perfuman
te dan, como a ella, celeste ascensión.
La noche.... tus ojos.... un poco de Schuman...
y mis manos llenas de tu corazón.

Largamente, hasta tu pie
se azula el mar ya desierto,
y la luna es de oro muerto
en la tarde rosa té.

Al soslayo de la luna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.

Y en lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte de alfombra
su melena de león.

La luna te desampara
y hunde en el confí­n remoto
su punto de huevo roto
que vierte en el mar su clara.

Medianoche van a dar,
y al gemido de la ola,
te angustias, trémula y sola,
entre mi alma y el mar.

Dulce luna del mar que alargas la hora
de los sueños de amor; plácida perla
que el corazón en lágrima atesora
y no quiere llorar por no perderla.

Así­ el fiel corazón se queda grave,
y por eso el amor, áspero o blando,
trae un deseo de llorar, tan suave,
que sólo amarás bien si amas llorando.

Divina calma del mar
donde la luna dilata
largo reguero de plata
que induce a peregrinar.

En la pureza infinita
en que se ha abismado el cielo,
un ilusorio pañuelo
tus adioses solicita.

Y ante la excelsa quietud,
cuando en mis brazos te estrecho
es tu alma, sobre mi pecho,
melancólico laúd.

Leopoldo Lugones

Maria

Has entrado tan hondo
que rebasando mi centro
te expandes y retornas.
Más fácil serí­a
desprenderme de mi sombra
que del sabor profundo de tus labios
o de las estrellas que inundan tu mirada.
... mientras me hago sustancia en tus adentros
te vas haciendo sustancia de mí­ mismo.

Antes que a ti
olvidaré mi nombre,
y en este dulce hambre de ternura
hasta la delgada tela de tu blusa
se me hace una distancia insoportable.
Siento que amándote me amo
y que estos versos
eres tú quien los ha escrito con mi mano.

E. J. Malinowski

Mawex

Más allá del sonido de tu nombre
que me clava tu ausencia en la memoria,
donde acaba tu cuerpo,
donde comienza el mí­o
cada mañana, me salva la poesí­a.
De morirme, de hundirme, derrumbarme,
bajo la negra nube que siempre está en mi cielo,
del miedo que encarcha mis pulmones,
me salva la poesí­a.
De las noches terribles,
de las cavernas oscuras,
del jardí­n de los muertos,
de los criminales, de los olvidados,
de los cuerpos enterrados en silencio,
del olor de tu pelo, de tu ausencia,
me salva la poesí­a y me levanta.

B. Gimeno

Cam

Tu eres tu y Yo soy yo - Fritz Perls

Yo soy Yo
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mí­as.
Tú eres Tú
Yo soy Yo.

Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
Será maravilloso
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a Mí­ mismo
Cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a Ti
Cuando intento que seas como yo quiero
En vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.

"Ante todo, respétate a ti mismo."

Pití goras

Mawex

Quiero tu cuerpo diplomático
a mi largo
Haceme un recurso de amparo
para conseguir tu habeas corpus
Voy a constituir domicilio
donde tu voz se haga gemido
Y quedarme y correrme
hasta que dictes mi orden de desalojo
Me desperté burócrata esta mañana
con ansias cuadriculadas por tu nombre
Publí­quese
Archí­vese en el Boletí­n Oficial
y a ver si de una vez por todas
te das por enterada

Sandra Escobar

Átropos

Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombrí­a, donde novela, ciencia, fábula,
todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
se confundí­a. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme:
«la Tierra es un pastel colmado de dulzura;
Yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya término!)
forjarte un apetito de una grandeza igual.»
Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
fantasma no se sabe de que parte surgido
que acaricia el oí­do a la vez que lo espanta.
Yo te respondí­: «¡Sí­! ¡Dulce voz!» Desde entonces
data lo que se puede denominar mi llaga
y mi fatalidad. Detrás de los paneles
de la existencia inmensa, en el más negro abismo,
veo, distintamente, los más extraños mundos
y, ví­ctima extasiada de mi clarividencia,
arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.

Y tras ese momento, igual que los profetas,
con inmensa ternura amo el mar y el desierto;
y sonrí­o en los duelos y en las fiestas sollozo
y encuentro un gusto grato al más ácido vino;
y los hechos, a veces, se me antojan patrañas
y por mirar al cielo caigo en pozos profundos.
Más la voz me consuela, diciendo: «Son más bellos
los sueños de los locos que los del hombre sabio».


Charles Baudelaire
"Everything is political when you're a woman"

Mawex

Domingo de trece al anochecer
la estrella buscaba su luz
perdida la órbita de su ser
el gato buscaba febrero febril
de tanto ir y venir
por los tejados de su ansiedad
la ciudad atrapaba los restos
de su último amor
gatuno maullido para dos.

Ángela Ibáñez

Atenea79

Puerta que al abrirse muestra una playa. Rubén Tejerina

No te he abandonado. Mis cosas no te hablarán del nunca, pero es que habí­a en ese silencio mucho ruido y las avispas que te daban miedo parecí­a que habí­an hecho nido en mis ojos. Estaba muy deshilachada ya para sostenerte.

Ahora silente, cautivo adrede en otro orden, como en una casa donde he prohibido tu perfume, donde no voy llenando los rincones de promesas. Estoy buscándome nueva en otro azul.

Estoy sin estar. Sé que es algo raro y tú no lo sabes, pero a veces te cobijo.

Te pienso. Y el dí­a acaba pareciéndose a ti.

No te he abandonado.

Tal vez volverán los momentos del vino, de pelí­culas turcas y boleros donde entonces tú no protagonices el estribillo. De colocar de nuevo las ventanas»¦ pero tení­a despeinada la vida.
Busqué la sed que calma el agua. Algo semejante a los dedos protectores tras el raso. Y estas palabras de fogueo corroboran, hablan, mienten sólo en la mitad de su imagen cuando te dicen que sigo estando»¦

Borra mis huellas anteriores. Bórralas. Menos el deseo a todo lo tuyo.

Imagí­name intacta y desconocida, como el destino deseado que sólo conoces por postales.

Me fui porque te parecí­a triste la música si yo la cantaba. Estas alegrí­as sonaban por quebrantos.

Me fui porque tus brazos compartí­an el vuelo con las aves que huyen de las estaciones del frí­o.

Me fui porque iba tanto a buscarte que me cruzaba conmigo de vuelta siempre sin noticias y se me iban enredando las ganas en el desconsuelo.

Me fui porque estas manos ya querí­an saberte de memoria.

No te he abandonado.

Sólo me he ido leve, el tiempo de un contraluz, un ensayo, un desvelo, o lo que tarda en derretirse el alma de una vela.

Me fui porque esta esperanza era tu asiento vací­o en un carruaje de plomo con un caballo de piedra sobre un puente de cerillas.

No te he abandonado.

Y créeme si te digo que estoy cerca, justo en la distancia de los pasos que me protejan de intentar quererte de nuevo.

Y créeme si te digo que estoy lejos, pero justo en la distancia de los pasos que me permitan volver a tu lado si te hiere la vida»¦
Soy... una... M.A.N.Z.A.N.A

Atenea79

RIMA VIII Rubén Darí­o

Yo quisiera cincelarte
una rima
delicada y primorosa
como una aúrea margarita,
o cubierta de irisada
pedrerí­a,
o como un joyel de Oriente,
o una copa florentina.
Yo quisiera poder darte
una rima
como el collar de Zobeida,
el de perlas ormuzinas,
que huelen como las rosas
y que brillan
como el rocí­o en los pétalos
de la flor recién nacida.
Yo quisiera poder darte
una rima
que llevara la amargura
de las hondas penas mí­as
entre el oro del engarce
de las frases cristalinas.
Yo quisiera poder darte
una rima
que no produjera en ti
la indiferencia o la risa,
sino que la contemplaras
en su pálida alegrí­a,
que, después de leerla...,
te quedaras pensativa.
Soy... una... M.A.N.Z.A.N.A

Malefina777

Dejad que os hable
de la pérdida y la angustia de Dios,
Herrando, herrando
en la nocn sin esperanza.

Aquí­ fuera en el perí­metro
no hay estrellas
aqui fuera estamos flotando
inmaculados

Jim Morrison