Menú Principal

Poesí­a de otros

Iniciado por Fahrenheit, Junio 27, 2014, 17:27:27:08 PM

Tema anterior - Siguiente tema

jade

Sólo recuerdo la emoción de las cosas,
y se me olvida todo lo demás;
muchas son las lagunas de mi memoria

Antonio Machado.
No vemos el mundo como es sino como somos.

Quijota

Libre te quiero

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo

Quijota

SI TÚ SUPIERAS

Si tú supieras, de verdad, lo que me ofreces

solo torciendo la mirada, apartando

tu pelo negro hacia la izquierda,

dejándome leer –nuevo braille– en tus labios

las palabras que no salen de la boca.

Si tú supieras, Santa mía, lo que ofreces

mientras te abres paso entre la bruma

de la ciudad sin siglo que es Madrid

como hacen los pájaros nocturnos

en este apartado puerto que es mi vida.

Si tú supieras, en serio, lo que ofreces,

entenderías por qué sigo aquí perdido

entre calles que nunca me acogieron

tratando de agarrarme a todo eso

que no sabes que me ofreces

–y me salva–.

Diego Álvarez Miguel

Quijota

WHEN YOU ARE OLD

When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face amid a crowd of stars.

William Butler Yeats

Quijota

DESALIENTO

«No quiero que pienses», dices.
Tú sabes que sólo en ello
puedo pensar. Pasarán
los días, las noches. Tiempos
vendrán sin nosotros, soles
brillarán en cielos nuevos.
Ecos de campana harán
más misterioso el silencio.
(«No quiero que pienses»).
Yo seguiré pensando en ello.

Quisiera hablarte de hermosas
fábulas, de pensamientos
luminosos, de jornadas
soñadas, de flores, vientos,
caricias, ternuras, gracias,
secretos;
pero en la boca me nacen
palabras de fuego.
Como llamas silenciosas
me abrasan por dentro.

Debiera decirte «amor»,
«fantasía», «sueño».

Yo sólo pregunto cómo
fue posible aquello.
Seguiría, paso a paso,
la huella de tu andar. Dentro
de tu vida escondería
la vida que muero.

«No quiero que pienses». Yo
digo que no pienso en ello.
(Cómo podría olvidarlo
sin haberme muerto).

José Hierro

Quijota

PRIMERAS SOLEDADES

Atardeceres rojos de otra edad,
Quemándome sin arder.
Ya no sabía qué decir, qué hacer.
Me pesaban las horas como lentos relojes
Que se llevara el sol en su caída.
Sabía
Que aquella luz rabiosa me llamaba desde lejos:
Algo tengo que ver con ese fuego
Que me enciende los ojos,
Mientras los árboles oscurecen
Como barcos perdidos,
Y las casas parecen blanquear un momento
Antes de convertirse en sombras, con la mía,
Recostadas en los picos de la sierra.
Lo quería entender.
Como quería saber quién era yo.
Cuántas veces le preguntaba al aire
Por sus promesas, aquello que escondía
Tan sutilmente como se deshoja la tarde
Bajo su escalofrío.
Una ráfaga helada me recorre por dentro.
Desde la baranda, mirando el horizonte,
La vi apagarse, infieles,
Extraños días que murieron sin mí
Guardándose el enigma de un nombre y su destino.
Luego el tiempo -que todo lo cura o destruye-
Me hizo fotografías de frente y de perfil
Para representarme en sociedad, darme carácter.
Y como siempre nos mide a su capricho,
Me regaló también estrellas risueñas,
Nocturnos que ardieron felices, conmigo
Llameando en otros ojos.
O crepúsculos tristes, como puertas arrancadas
De golpe, tiradas al mar sucio
Del olvido.
Y así escribí mi historia, día a día,
Sin paz en esta guerra, rojo y negro.
Aquellas primeras soledades, sin embargo,
Nunca me desvelaron su secreto:
Hermosas y crueles,
Prolongándose,
Las puedo recortar todavía
En el viejo papel del corazón,
Justo en la línea
Donde prohíbo el paso a la nostalgia.

Ángeles Mora

Quijota

Hace años, una crítica al Modernismo. Hoy, para sentirlo más, lo leo a mi manera, como una crítica al postureo.


Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda... y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.

Enrique González Martínez

Quijota


Contigo

Porque no vive el alma entre las cosas
sino en la acción audaz de descifrarlas,
yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos.

Mil veces he deseado averiguar quién soy.

Después de tantos nombres,
de tanta travesía hacia mi propia brújula,
podría abrazar la arena durante varios siglos.
Ver pasar el silencio y seguir abrazándola.

No está en mí la verdad, cada segundo
es un fugaz intento de atrapar lo inasible.
La verdad no está en nadie, y aún más lejos
yace de un rey que de cualquier mendigo.
Si alguien está pensando en perseguirla
no debe olvidar esto:
el fuego ha sido siempre presagio de declive
como la intensidad antesala de olvido.

Cuando mis ojos vuelvan al origen,
pido un último don.
Nada más os reclamo.
Poned en mi sepulcro las palabras.
Las que dije mil veces
y las que habría deseado decir al menos una.

Guardad en mi costado las palabras.
Las que usé para amar,
las que aprendí a lo largo del camino,
las primeras que oí de labios de mi madre.

Envolvedme entre ellas sin reparo,
no temáis por su peso.
Pero cuidad con mimo la palabra contigo.
Tratadla con respeto.
Colocadla
sobre mi corazón.
La verdad no está en nadie, pero acaso
las palabras pudieran engendrarla.

Quizá entonces aquel a quien dije contigo
y para quien contigo fue toda su costumbre,
se acostará a mi lado con ternura,
juntos en el vacío más sagrado,
cuando la eternidad toma nuestra medida,
cuando la eternidad se pronuncia contigo.

Raquel Lanseros