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El amor romántico como utopí­a emocional de la posmodernidad.

Iniciado por Átropos, Diciembre 27, 2016, 10:36:36:31 AM

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Átropos

Aquí­ os dejo un extracto de un escrito de Coral Herrera que leí­ ayer y que analiza el amor romántico en la posmodernidad. Me parece una postura muy acertada, se podrí­a decir que estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dice. Si os gusta os puedo mandar por privado el escrito entero en pdf, son once páginas muy interesantes y fáciles de leer.



El amor en la posmodernidad es una utopí­a colectiva que se expresa en y sobre los cuerpos y los sentimientos de las personas, y que, lejos de ser un instrumento de liberación colectiva, sirve como anestesiante social.

El amor hoy es un producto cultural de consumo que calma la sed de emociones y entretiene a las audiencias. Alrededor del amor ha surgido toda una industria y un estilo de vida que fomenta lo que H.D. Lawrence llamó «egoí­smo a dúo», una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo»¦

Este enclaustramiento de parejas propicia el conformismo, el viraje ideológico a posiciones más conservadoras, la despolitización y el vaciamiento del espacio social, con notables consecuencias para las democracias occidentales y para la vida de las personas. Las redes de cooperación y ayuda entre los grupos se han debilitado o han desaparecido como consecuencia del individualismo y ha aumentado el número de hogares monoparentales. La gente dispone de poco tiempo de ocio para crear redes sociales en la calle, y el anonimato es el modus vivendi de la ciudad: un caldo de cultivo, pues, ideal para las uniones de dos en dos (a ser posible monogámicas y heterosexuales).

De este modo, nos atrevemos a afirmar que los modelos de relación erótica y amorosa de la cultura de masas están basadas en la ideologí­a del «sálvese quién pueda». Mucha gente se queja de que los amores posmodernos son superficiales, rápidos e intensos, como la vida en las grandes urbes. Es cada vez más común el enamoramiento fugaz, y pareciera que las personas, más que lograr la fusión, lo que hacen es «chocar» entre sí­.

Creo, coincidiendo con Erich Fromm, que a pesar de que el anhelo de enamorarse es muy común, en realidad el amor es un fenómeno relativamente poco frecuente en nuestras sociedades actuales: «La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual». Y lo es porque el amor requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres posmodernas.

Por eso creo que el amor, más que una realidad, es una utopí­a emocional de un mundo hambriento de emociones fuertes e intensas. En la posmodernidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente; probablemente la vida tediosa y mecanizada exacerba estas necesidades evasivas y escapistas. Esta utopí­a emocional individualizada surge además en lo que Lasch denomina la era del narcisismo; en ella las relaciones se basan en el egoí­smo y el egocentrismo del individuo.

Las relaciones superficiales que establecen a menudo las personas se basan en una idealización del otro que luego se diluye como un espejismo. En realidad, las personas a menudo no aman a la otra persona por como es, en toda su complejidad, con sus defectos y virtudes, sino más bien por cómo querrí­a que fuese. El amor es así­ un fenómeno de idealización de la otra persona que conlleva una frustración; cuanto mayores son las expectativas, más grande es el desencanto.

El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos, se contempla siempre en uniones de dos personas que se bastan y se sobran para hacerse felices el uno al otro. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrí­an desestabilizar el statu quo. Por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un «nosotros» colectivo, sino de un «tú y yo para siempre». El amor se canaliza hacia la individualidad porque, como bien sabe el poder, es una fuerza energética muy poderosa. Jesús y Gandhi expandieron la idea del amor como modo de relacionarse con la naturaleza, con las personas y las cosas, y tuvieron que sufrir las consecuencias de la represión que el poder ejerció sobre ellos.

El amor constituye una realidad utópica porque choca con la realidad del dí­a a dí­a, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad. Las industrias culturales actuales ofrecen una cantidad inmensa de realidades paralelas en forma de narraciones a un público hambriento de emociones que demanda intensidad, sueños, distracción y entretenimiento. Las idealizaciones amorosas, en forma de novela, obra de teatro, soap opera, reality show, concurso, canciones, etc. son un modo de evasión y una ví­a para trascender la realidad porque se sitúa como por encima de ella, o más bien porque actúa de trasfondo, distorsionando, enriqueciendo, transformando la realidad cotidiana.

Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, navegar, ver una pelí­cula o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro «aquí­ y ahora», y este proceso en ocasiones es adictivo. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante o, en términos narrativos, maravilloso, porque se unen dos biografí­as que hasta entonces habí­an vivido separadas, y se desea que esa unión sitúe a los enamorados en una realidad idealizada, situada más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de la contingencia. Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una pelí­cula o un paraí­so: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido se vive como algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.

Sin embargo, este choque entre el amor ideal y la realidad pura se vive, a menudo, como una tragedia. Las expectativas y la idealización de una persona o del sentimiento amoroso son fuente de un sufrimiento excepcional para el ser humano, porque la realidad frente a la mitificación genera frustración y dolor. Y, como admite Freud (1970), «jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor».

Quizás la caracterí­stica más importante de esta utopí­a emocional reside en que atenúa la angustia existencial, porque en la posmodernidad la libertad da miedo, el sentido se ha derrumbado, las verdades se fragmentan, y todo se relativiza. Mientras decaen los grandes sistemas religiosos y los bloques ideológicos como el anarquismo y el comunismo, el amor, en cambio, se ha erigido en una solución total al problema de la existencia, el vací­o y la falta de sentido.

Otro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos grandes contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así­ que la contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina.

La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la imposibilidad.

Si la primera contradicción amorosa posmoderna reside fundamentalmente en el deseo de libertad y de exclusividad, la segunda reside en la ansiada igualdad entre mujeres y hombres. Por un lado, la revolución feminista de los 70 logró importantes avances en el ámbito polí­tico, económico y social; por otro, podemos afirmar que el patriarcado aún goza de buena salud en su dimensión simbólica y emocional.

En algunos paí­ses las leyes han logrado llevar las reivindicaciones de los feminismos a la realidad social, pese a que la crisis económica nos aleja aún más de la paridad y la igualdad de mujeres y hombres en el seno de las democracias occidentales. Además de esta ansiada igualdad legal, polí­tica y económica, tenemos que empezar a trabajar también el mundo de las emociones y los sentimientos. El patriarcado se arraiga aún con fuerza en nuestra cultura, porque los cuentos que nos cuentan son los de siempre, con ligeras variaciones. Las representaciones simbólicas siguen impregnadas de estereotipos que no liberan a las personas, sino que las constriñen; los modelos que nos ofrecen siguen siendo desiguales, diferentes y complementarios, y nos seguimos tragando el mito de la media naranja y el de la eternidad del amor romántico, que se ha convertido en una utopí­a emocional colectiva impregnada de mitos patriarcales.

Algunos de ellos siguen presentes en nuestras estructuras emocionales, configuran nuestras metas y anhelos, seguimos idealizando y decepcionándonos, y mientras los relatos siguen reproduciendo el mito de la princesa en su castillo (la mujer buena, la madre, la santa,) y el mito del prí­ncipe azul (valiente a la vez que romántico, poderoso a la par que tierno). Muchos hombres han sufrido por no poder amar a mujeres poderosas; sencillamente porque no encajan en el mito de la princesa sumisa y porque esto conlleva un miedo profundo a ser traicionados, absorbidos, dominados o abandonados.Los mitos femeninos han sido dañinos para los hombres porque al dividir a las mujeres en dos grupos (las buenas y las malas), perpetúan la deigualdad y el miedo que los hombres sienten hacia las mujeres. Este miedo aumenta su necesidad de dominarlas; el imaginario colectivo está repleto de mujeres pecadoras y desobedientes (Eva, Lilith, Pandora), mujeres poderosas y temibles (Carmen, Salomé, Lulú), perversas o demoní­acas (las harpí­as, las amazonas, las gorgonas, las parcas, las moiras).

Paralelamente, multitud de mujeres han besado sapos con la esperanza de hallar al hombre perfecto: sano, joven, sexualmente potente, tierno, guapo, inteligente, sensible, viril, culto, y rico en recursos de todo tipo. El prí­ncipe azul es un mito que ha aumentado la sujeción de la mujer al varón, al poner en otra persona las manos de su destino vital. Este héroe ha distorsionado la imagen masculina, engrandeciéndola, y creando innumerables frustraciones en las mujeres. El prí­ncipe azul, cuando aparece, conlleva otro mito pernicioso: el amor verdadero junto al hombre ideal que las haga felices.

Pese a estos sueños de armoní­a y felicidad eterna, las luchas de poder entre hombres y mujeres siguen siendo el principal escollo a la hora de relacionarse libre e igualitariamente en nuestras sociedades posmodernas; por ello es necesario  seguir luchando por la igualdad, derribar estereotipos, destrozar los modelos tradicionales, subvertir los roles, inventarnos otros cuentos y aprender a querernos más allá de las etiquetas.


Y aquí­ os dejo su blog, por si queréis leer más cosillas suyas:

http://haikita.blogspot.com.es/
"Everything is political when you're a woman"

Pipita

Me he encantado.

CitarOtro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos grandes
contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y autónomos, pero
precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse
sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así­ que la
contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un
estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre
lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta
hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad
y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina. La insatisfacción permanente es un proceso que
nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa
contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota
común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos
aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la
imposibilidad.

En fin, esto es lo que hay. La idea que yo tengo del amor es justamente la profunda, y no la de todo aquí­ y ahora y rápido. Y eso, lamentablemente, no coincide con la manera de hacer las cosas que tenemos hoy en dí­a. Y es una jodienda, porque si una aspira a algo más, se ve en una tesitura muy difí­cil de asumir.

En definitiva: a mí­ me gustarí­a amar a una chica, pero no sólo en la idealización. Sino incluso cuando vea sus defectos, siga pensando que, pese a ellos, la quiero. O quiero estar junto a ella. Hablo de defectos asumibles, obviamente. No sé, para mí­ amar es la aceptación de uno mismo y el otro, abrir el corazón y dar lo que tienes. Y vernos tal cual somos. Lo otro, sucedáneos.
"If you do not express your own original ideas, if you do not listen to your own being, you will have betrayed yourself".

Cappy

250% de acuerdo, me he quedado con ganas de más. Desde mi primera y última relación (ya hace 5 años que estoy soltera) mi forma de ver el amor, si ya era parecida a lo que dice el artí­culo, después de la ruptura y ver las cosas con perspectiva, esa idea se reforzó más y estoy en el punto en el que creo que dificilmente se tope alguien en mi camino que tenga la misma visión así­ que para mi el amor también es utópico hasta que pase un milagro y me demuestre lo contrario.

cozumel

Digo yo... El amor es es el amor y como decidamos vivir las relaciones otra, ¿no? Hay amores sin relación y relaciones sin amor. En fin os recomiendo ir a ver "El amor está en el aire" Con la aportación de Alaska y MarioVaquerizo, tiene su aquel.
«Estamos aquí­ para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí­ para tomar cerveza. Estamos aquí­ para matar la guerra. Estamos aquí­ para reí­rnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos.»
»•Charles Bukowski--

Rooney

Acostumbro a leer bastante sobre antropologí­a y filosofí­a, y este tema del amor en la posmodernidad me empezó a picar hace un tiempo gracias al libro "Amor lí­quido" (de Bauman). Sin duda es cierto que en las sociedades posmodernas el amor (en su significado real) es muy difí­cil de conseguir, nos cansamos rápido y desechamos a las personas (lí­os, amores y amistades) como si fueran kleanex. Pero esto va, como todo, ligado al sistema socio-económico, si nosotras somos nuestra empresa merecemos "lo mejor", y qué mejor excusa que aprovechar los defectos ajenos para cambiar de pareja como se cambia de camisa...
Recomiendo mucho mucho el libro, así­ como todos los de Bauman en los que va desmenuzando su idea de la "liquidez" en la sociedad.

leo

CitarLas relaciones superficiales que establecen a menudo las personas se basan en una idealización del otro que luego se diluye como un espejismo. En realidad, las personas a menudo no aman a la otra persona por como es, en toda su complejidad, con sus defectos y virtudes, sino más bien por cómo querrí­a que fuese. El amor es así­ un fenómeno de idealización de la otra persona que conlleva una frustración; cuanto mayores son las expectativas, más grande es el desencanto.

Mi resumen de todo este artí­culo, y de la vida en general, es que estamos contaminados, nos estamos desdibujando, como sociedad y como individuos. Con eso me refiero a que estamos perdiendo el norte, nuestra esencia como humanos y como humanidad.
El resultado de todos los cambios culturales, tecnológicos, ideológicos, polí­ticos, sociales, de los últimos años, se traducen en que no sabemos querer. De esto me he dado cuenta hace relativamente poco y en ello estoy trabajando.
Cuántas de nosotras (y tantas otras) buscamos, en nuestro dí­a a dí­a, alguna cosa que nos haga sentir? Por temas culturales (Hollywood, la música, la literatura, etc), esta «cosa» se traduce en el amor. Buscamos una persona que venga y nos rescate y nos haga sentirnos vivos de nuevo. Y cuántas de nosotras, a los 6-8 meses, hemos dicho que no nos es suficiente? Queremos otra persona que nos vuelva a despertar el deseo, que nos haga sentir, blablabla. Que nos rescate. Como si alguien tuviera que dotar de sentido a nuestra existencia.
Desde mi punto de vista, es muy fácil y cómodo sentarse y esperar a que aparezca alguien que nos «llene». Pero es que eso no es amor, eso es una mera obsesión pasajera. Cuando yo hablo del amor, me refiero, para resumir, a querer al otro con todas sus virtudes y defectos. Quizás suena a tópico (yo lo pensaba hasta hace relativamente poco), pero es que es así­. Del otro modo, ya podemos ir esperando toda una vida, si una quiere, que a los 6-8 meses se va a cansar de esa persona. Y como si de un producto del supermercado se tratara, lo tiramos a la basura y ya compraremos otro.
No valoramos nada, y cuando digo nada, digo a las personas, a las relaciones (de amistad, pareja, de familia), a los objetos... Incluso nuestra vida.
Este tema me enciende (y no de la forma en que me gustarí­a), me cabrea bastante.



Pipita

Es jodido. A veces te planteas si te han querido o les has gustado de verdad... Mejor pensar que sí­ y no que les gustaba  sólo tener compañí­a.
"If you do not express your own original ideas, if you do not listen to your own being, you will have betrayed yourself".

Lesly

@Pipita , hay gente que no sabe diferenciar una cosa de la otra. Sienten que aman a una persona cuando lo que sucede es que tienen miedo a estar solas. Hay las madres jugamos un papel importante.

Pipita

Es que son tesituras bastante complicadas. Obviamente no vas a pensar que todo la persona que se acerca a ti y haya contacto "romántico", lo hace por hacer y porque, en realidad, idealiza tu imagen. O está más enamorada del amor y de la idea de pareja, o de tener algo, que de ti.

La verdad, a veces me cuesta distinguir cuáles son las señales de algo genuino/verdadero, y cuáles son las señales de algo "estar por estar".
"If you do not express your own original ideas, if you do not listen to your own being, you will have betrayed yourself".

Lesly

Para mí­ también es complicado. La clave, para mí­, es: estoy a gusto con esta persona y ella está a gusto conmigo. Si esa persona está conmigo por no estar sola o porque realmente quiere estar conmigo es más problema suyo que mí­o.

Por eso va muy bien ir a terapia, sobre todo cuando crees que no te hace falta.

Pipita

Yo ya voy. La pobre psicóloga se come unas idas de olla toh wapas.
"If you do not express your own original ideas, if you do not listen to your own being, you will have betrayed yourself".

Lesly

No entiendo por que habla de ese amor romántico como algo actual, que sucede más en esta sociedad de prisa que antiguamente. Pienso que ese amor romántico de dependencia es más bien fruto de la herencia de siglos pasados, y no reflejo del momento actual. Antes la gente se idealizaba igual que ahora, se casaba y luego cuando veí­an realmente a su pareja ya no tení­an más remedio que soportarla. Pero eso no significa que la amasen.

Luego nos dimos cuenta de que "yo no tengo que soportar a alguien toda mi vida si no estoy a gusto". Y se pasó de juntos para siempre quieras o no a "es que no encajas en mi perfil". Fuera y me busco otra. Cosa que a mi me parece normal, pasar de un extremo a otro para intentar equilibrar. Lo malo es que nos siguen contando cuentos de princesas y pensamos, en el fondo, que eso no es lo que deberí­a. Que lo que he de hacer es buscar a alguien que me va a llenar, que está ahí­, en algún lugar. Esperando a que vaya a rescatarla.

Pero la vida no va de eso. La vida va de conocimiento y aceptación personal. Autoconocimiento y autoaceptación. La vida no va de "he de buscarme a alguien para quererla, respetarla, perdonarla y hacerla feliz". Va de "he de aprender a quererme, respetarme, perdonarme y hacerme feliz". Pensar que eso es lo que venimos a aprender. Las personas que están a nuestro alrededor, pareja, familia, amigos... son importantí­simos porque ayudan a descubrirnos cosas de nosotras mismas que solas no alcanzamos a ver. Nos lo ponen de cara. Sobre todo la pareja. Es quien más nos puede aportar en este sentido.

El amor hacia mi pareja es un reflejo del amor hacia mí­ misma. Hay mucha gente que no se quiere demasiado, por eso tampoco quiere a su pareja y la trata mal. O no se quiere lo suficiente y se deja tratar mal. O tiene miedo de conocerse y prefiere estar sola a pesar de buscar pareja (de forma inconsciente, claro).
Lo complicado es encontrar a alguien que esté dispuesta a aprender a quererse. Y que quiera compartir su aprendizaje con el mí­o. Que entienda la pareja como una forma de crecimiento personal y no como una forma de cubrir necesidades. Yo no puedo cubrir las necesidades afectivas de mi pareja. Solo puedo hacer que vea en mi reflejadas esas necesidades para que pueda superarlas. A su vez no quiero usarla a ella como alguien que está ahí­ para desahogo de mi angustia vital necesitada de amor y cariño. Quiero verla como es, porque lo que para mí­ son sus defectos me da a entender cuales son mis necesidades y como afrontarlas.
Eso me lleva a quererla, respetarla, entenderla y perdonarla tal como es. Y me lleva a quererme, respetarme, entenderme y perdonarme tal como soy. O al revés, da igual. Si no es recí­proco no tiene sentido. Por eso es tan complicado.

Somos personas completas que aprendemos de otras personas completas.

gemita

Todas las personas tendemos a idealizar las cosas. Fuera de eso, aparte la educación del "amor romántico" es bastante nociva porque fomenta la idea de dependencia de la otra.

Y no de un mutuo compartir de cosas y sentimientos.

Más cuando se fomenta tal cosa cómo producto. Aunque sea más sexismo... Muchas veces que incluso... Por encima del amor romántico. Y más cuando tal cosa suele ser "apreciada" de un punto de vista muy de "mujer como producto"(encima).
Borrar quién eres es negar tu identidad. Especialmente en el ámbito vital y legal del término.
Pero dado que invado espacios me creeré que mi espacio es un agujero negro, dado que la oscuridad acoge más que la luz. Al menos respecto a la materia xP

Cubera

Antes era Nirvana pero luego me enamoré del Rubik y me transformé en Cubera

Pipita

El amor es el opio de todos si así­ se quiere. El amor te libera, el amor te enseña. Para mí­ el amor que te distrae o engatusa no es amor. Es otra cosa.
"If you do not express your own original ideas, if you do not listen to your own being, you will have betrayed yourself".