Recuerdo vagamente haber escrito algo sobre esto en el anterior foro.
A título personal, y probablemente a causa de mi formación, sí creo que la cultura y las normas sociales tienen un impacto fuerte en el modo en que vivimos la sexualidad. Creo que la cultura configura un horizonte de posibilidad, esto es, que marca los límites de lo real, de lo normal y de lo correcto. Esto para mí supone que el contexto normativo tiene más importancia que las opciones individuales en el modo en que vivimos, por ejemplo, la sexualidad.
Nuestra cultura enfatiza mucho la sexualidad y define en gran medida la sexualidad como un indicador de triunfo social. Parece que todos tenemos que tener muchas ganas de sexo, y que cuanto más sexo tengamos y a más gente tengamos queriendo tener sexo con nosotros, más guays somos. Esto garantiza que la mayoría acumulemos unos niveles muy altos de frustración y preocupación porque no somos guapas, porque no somos jóvenes, porque no follamos bastante, no nos corremos bastante, porque tenemos sepso rutinario, porque lo tenemos siempre con la misma, porque lo tenemos siempre con una distinta, porque no somos tántricas, porque no somos poly, porque no lo hacemos tanto como antes, porque tenemos los pezones poco sensibles, y quién sabe por cuántas cosas más. Y a más frustración, más dinero que gastamos tontamente.
Para mí la erupción relativamente reciente de una voz colectiva que reivindica la asexualidad apoya las ideas básicas del artículo que citas. El hecho de que una persona tenga que defender su derecho a no desear sexo y construir una posición identitaria al respecto para mí no quiere decir que "esto ya existía pero la gente no se daba cuenta", ni significa que "de repente ha surgido un fenómeno desconocido que hace que algunas personas no tengan ganas de sexo". La gente desea o deja de desear más o menos como siempre, pero ahora quien no tiene ganas de dedicar todo su tiempo y energía a conseguir jodienda tiene que molestarse en dar, para empezar a sí mism@, explicaciones. Mientras antes si tenías pocas ganas de sepso eras simplemente una chica decente.
¿Cómo encaja todo esto con el "matrimonio bostoniano" y "la muerte de la cama lésbica"?
Entiendo que son dos cosas distintas:
- "Matrimonio bostoniano" es una relación afectiva no sexual satisfactoria entre dos mujeres. Pues a quien dior se la dé que san pedro se la bendiga. No problematicemos sin necesidad cosas que para las partes interesadas no son problema. Yo al menos no estoy por la labor de andarme metiendo en camas a las que no he sido invitada. ¿Que si la gente puede quererse y ser feliz sin sepso? Opino que sí; y desde luego mucho más feliz que si el experto de turno viene a cuestionarlo.
Creo además que hay un cierto tufo a heteronomía: Cuando decimos que las parejas de mujeres dejan de tener sexo antes que cualquier tipo de pareja en que haya un hombre, no queda suficientemente claro cómo se define lo de "tener sexo". Cuando decimos que las mujeres lesbianas "dejamos de tener sexo" hemos de pensar hasta qué punto es relevante entre mujeres una definición del sexo basada en la penetración y el orgasmo de las dos partes, o si las parejas de lesbianas de larga duración empiezan simplemente a tener otra clase de vida erótica sin que deje de haber satisfacción. Esto es, creo que hay que tener en cuenta si el propio discurso es misógino y lesbófobo. No conozco estudios detallados, en profundidad, rigurosos y con poblaciones numerosas sobre lo que es la vida sexual de las mujeres que mantienen relaciones sexuales con mujeres, y menos que cubran lo que sucede con nosotras después de la juventud sin usar a los heterosexuales como referencia. Esto es: se trata de pensar si estamos creando un discurso que sólo sirva para acongojar a mujeres cuya vivencia erótica en pareja es satisfactoria sin pasar por coito y orgasmo dos coma tres veces por semana de media.
- "Muerte de la cama lésbica" en sentido propio se emplea para describir un problema manifestado por las mujeres implicadas (vivido como problema) que encaja en este esquema: pareja que fue sexual en sus inicios y ha dejado progresivamente de tener sexo. Pareja para la cual eso sí está siendo causa de conflicto (a diferencia del matrimonio bostoniano, en que las dos son felices en esa situación), y específicamente pareja en que eso está siendo un problema para una de las dos, que sigue teniendo ganas de tener una vida sexual en pareja. Con demasiada frecuencia el esquema de "muerte de la cama lésbica" lleva a la ruptura de la pareja cuando una de las dos se harta de la situación o súbitamente encuentra a una persona nueva con quien iniciar una nueva relación sexual y sentimental.
En este segundo sentido podemos también reflexionar sobre el impacto que tiene una cultura hipersexualizada en el hecho de que tengamos una vivencia problemática del hecho de que en las parejas de larga duración empiece a haber menos sexo o deje de haberlo en absoluto. También cabe la reflexión sobre el modo en que una cultura hipersexualizada nos deja indefensas para asumir sin frustración, sin considerarlo un fracaso, que a lo largo de la vida puede haber cambios en nuestros niveles libidinales o en los de nuestras parejas. Sin embargo también creo que las mujeres hemos invertido demasiados años en la reivindicación política de nuestro deseo como para que regresemos a un discurso de conformidad con la falta de sexo si ésta nos hace infelices. Estoy de acuerdo en que por causas diversas la importancia del sexo varía a lo largo de la vida, pero no estoy de acuerdo con
@Flor respecto a las causas biológicas . Hay mucho sexo más allá de la menopausia y en la tercera edad, y sobre por qué es menor a veces la líbido de las mujeres en la mediana edad podemos hablar en otro momento.
Creo recordar que la última vez que hablé de esto en este foro quise más bien hablar de la dimensión de género del asunto, esto es, de por qué es lésbica esta "muerte de la cama".
Entiendo que los valores y estereotipos de género influyen mucho, esto es, que tiene una dimensión cultural.
Voy a intentar soltar solo un par de ideas para que nos volvamos todas locas y nos rasguemos las vestiduras, así a lo loco y sin elaborar:
Idea 1.
Para las mujeres la sexualidad tiene dos dimensiones. La primera dimensión es placer, realización, comunicación, afecto, bienestar. La segunda dimensión es violencia, enfermedad, dolor, vergüenza, sumisión. Creo que las mujeres aprendemos esta segunda dimensión desde una edad aún más temprana que la primera. Aprendemos a mantener nuestro deseo bajo vigilancia para controlar los riesgos a los que nos expone. Pocas, y defiendo esto aún en las que han crecido en una sociedad hipersexualizada, somo sexuales porque sí. Somos sexuales para conseguir atención, aceptación, afecto, pareja, mucho más que para conseguir orgasmos. Por eso muchas mujeres dejan de tener deseo cuando la pareja se ha afianzado: el deseo está ligado a la conquista, y tras la conquista el deseo se esfuma.
@Pipita, la muerte de la cama lésbica sucede cuando una de las dos partes de una pareja vive el sexo de esta manera y la otra no. Cuando las dos lo viven de esta manera, matrimonio bostoniano y felicidad. Cuando ninguna de las dos lo viven de esta manera, a follar mucho y pelearse por cualquier otra cosa :P
Idea 2.
Según el estereotipo, en una pareja heterosexual se asume que el hombre tiene más deseo y pedirá sexo más a menudo porque lo necesita. La mujer se esfuerza en complacerle aún sin ganas porque con su deseo él demuestra que ella le importa y al corresponderle ella le mantiene interesado en la relación. Los estereotipos no responden a la realidad de muchas parejas, pero terminan por desencadenar los comportamientos prescritos: se siguen manteniendo relaciones sexuales.
Según el estereotipo, si somos dos mujeres no debería haber un desequilibrio en los niveles libidinales. Si el sexo no surge espontáneamente está feo pedirlo: seguimos teniendo problemas para iniciar la relación sexual, y eso lo manifiestan muchas parejas. Si se pide, es legítimo rechazarlo porque no puede ser una necesidad para una de las dos en mayor medida que para la otra. Los estereotipos no responden a la realidad de muchas parejas, pero terminan por desencadenar los comportamientos previstos: se va dejando de mantener relaciones sexuales y éstas se convierten en causa de conflicto.
Ah! Y quien lea
Surpassing the love of men, de Lillian Faderman, se dará cuenta enseguida de que ella no pensaba, porque no es verdad, que todos los matrimonios bostonianos fuesen matrimonios sin sexo, sino que eran percibidos como tales. Recomiendo muy mucho este libro para quien lo encuentre. Sobre la anécdota con que empieza la segunda parte ella misma escribió también
Scotch Veredict, para entender mejor la dialéctica entre el sexo que tenemos y cómo lo significa la cultura...
Saludos.