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Personas tóxicas.

Iniciado por Átropos, Agosto 19, 2014, 19:07:07:37 PM

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Átropos

Walter Riso, en su libro "Amores altamente peligrosos", pretende enumerar las caracterí­sticas de varios estilos afectivos con los que serí­a mejor no coexistir en el mismo plano espacio-temporal, para ahorrarnos algún disgusto que otro.

No soy muy amante de este tipo de libros de "auto-ayuda", pero esta es una información útil. A veces creemos que el amor todo lo puede, que nos llena de felicidad y plenitud, pero lo cierto es que hay relaciones tóxicas, de las que es muy difí­cil salir, que nos hacen infelices, que nos hacen sufrir, y es que (entre otras cosas) la cultura nos ha enseñado eso: sin sufrimiento no hay amor.

Pues serí­a conveniente, si no alejarnos de aquellas personas tóxicas, por lo menos poder identificarlas. Para Walter Riso, existen siete tipo de estilos afectivos:

Estilo histriónico/teatral: El amor hostigante.

Algunas de sus caracterí­sticas son: ser el centro de atención, emotividad excesiva, comportamientos seductores, cuidado exagerado por el aspecto fí­sico, actitud dramática e impresionista, ver intimidad donde no la hay y ser muy intensas o intensos en las relaciones interpersonales. Las personas que poseen esta manera  de amar desarrollan un ciclo amoroso de mal pronóstico. Al principio, sus relaciones afectivas están impregnadas de un enamoramiento frenético y fuera de control, y después, como en caí­da libre, suelen terminar con las relaciones de manera drástica y tormentosa. El amor histérico no sólo se siente, también se carga y se soporta, porque al exigir atención y aprobación las veinticuatro horas, la relación se vuelve agotadora. ¿Cómo estar bien con alguien que nunca está satisfecho afectivamente?

La inaceptable propuesta afectiva de estas personas parte de tres actitudes destructivas para el amor: «Tu vida debe girar a mi alrededor»(llamar la atención a cualquier costo); «El amor es puro sentimiento» (emotividad/expresividad) y «Tu amor no me alcanza» (insatisfacción afectiva).

«Tu vida debe girar a mi alrededor». La matemática del amor hostigador es así­ de absurda: la cantidad de amor asequible para satisfacerme es directamente proporcional al grado de atracción que ejerzo sobre la persona que amo, y el grado de atracción se mide por la atención obtenida. La confusión que presentan las personas histriónico/teatrales se debe a que igualan el amor al deseo. Y, evidentemente, no es así­: el apetito por la persona amada es sólo una parte de la experiencia afectiva.

Cortejo y apariencia. ¿Qué estrategias suele utilizar una persona histriónico/teatral para conservar al otro bajo control? En principio, dos: seducción libertaria y cuidado del aspecto fí­sico.

«El amor es puro sentimiento». La emotividad de las personas histriónico/teatrales es florida y sin contención. Aunque suelen ser especialmente joviales y simpáticas, el problema aparece ante la falta de control sobre las propias emociones, las que se suelen disparar espontáneamente y sin medir consecuencias. Las peleas con la pareja y las rabietas son frecuentes, debido a una muy baja tolerancia a la frustración.

«Tu amor no me alcanza». Es verdaderamente angustiante sentir que no podemos llenar las expectativas de las personas que amamos, llámese pareja, padres o amigos. En realidad, si estás con una persona afectivamente demandante, no es que «tu amor» no le alcance, sino que «ningún amor» le será suficiente. En la mayorí­a de las personas con este estilo, la necesidad de ser amadas funciona como una espiral ascendente, tí­pica de los trastornos adictivos: «Cada vez que dan amor confirmo que valgo la pena y soy un ser maravilloso; luego, cuanto más me amen, mayor será mi grado de satisfacción; por lo tanto, quiero más».



Estilo paranoico/vigilante: El amor desconfiado.

Si tienes  la mala suerte de estar con una pareja paranoica, serás culpable hasta que no demuestres lo contrario. Para él o ella, no importará tu buena conducta ni las demostraciones de amor. Siempre estarás en la lista negra de los enemigos potenciales, tu proceder siempre esconderá una «segunda intención». La premisa del paranoico/vigilante es deshumanizante: «La gente es mala y si bajas la guardia, te lastimarán», familia incluida. Ser recelosos y contraatacar es su mejor forma de sobrevivir en un mundo percibido como hostil y explotador. El amor desconfiado pone al otro bajo sospecha y lo obliga a presentar descargos que demuestren su fidelidad y lealtad. Pero el amor y la desconfianza no son compatibles, no importa cuántos «paz y salvos» presentes. No encajan bajo el mismo techo.

La inaceptable propuesta afectiva del amor desconfiado gira alrededor de tres esquemas destructivos: «Si te doy amor, te aprovecharás de mí­» (inhibición defensiva), «Si no estoy vigilante, me engañarás» (focalización maladaptativa) y «El pasado te condena» (fatalismo afectivo).

«Si doy amor, te aprovecharás de mí­». Como dije antes: «enamorado del enemigo». ¿Habrá mayor paradoja para un paranoico? Entrar a una relación afectiva implica bajar las defensas y dejar que el otro penetre nuestras barreras, «entregarse» significa quitarse las máscaras y mostrarse libremente como uno es. Pues bien, para alguien que posea un estilo paranoico/vigilante lo anterior es visto como un acto de traición a sí­ mismo, una forma infame de suicidio psicológico. Amor malicioso y escéptico: «Te amo con reservas y dudas, con prudencia y recato, te amo a la defensiva y a la retaguardia».  ¿Será un buen amor si los requisitos son tantos y tan mezquinos?

«Si no estoy vigilante, me engañarás». La lectura de la mente es la distorsión cognitiva preferida del paranoico. Casi siempre está «pensando en lo que el otro piensa que él piense» y escarbando en las intenciones de su pareja. La angustia que genera la suspicacia en estas personas es tal, que algunos sienten alivio si sus hipótesis se cumplen. Prefieren el hecho consumado del engaño, así­ duela, que la incertidumbre cotidiana.

Si tu pareja coquetea descaradamente con alguien en tus narices y te enfureces, es natural. Los celos patológicos son distintos. Ocurren sin fundamento alguno y el celoso empieza a establecer correlaciones ilusorias y a atar cabos que no están sueltos. Las interpretaciones erróneas se disparan todo el tiempo y pueden llegar a constituir un trastorno celotí­pico delirante.

«El pasado te condena». Celos regresivos, exclusividad radical y hacia atrás, incluso antes de existir. ¿Habrá mayor sentido de posesión, una forma de resentimiento más anacrónica e irracional? El estilo paranoico se regodea en la memoria de eventos negativos, extrae conclusiones absurdas y luego censura sin piedad. Para la gente muy celosa y rencorosa, el tiempo no limpia las heridas, las exacerba y las mantiene abiertas.



Estilo pasivo/agresivo: el amor subversivo.

Estar vinculado a una persona pasivo »" agresiva es tener un movimiento de resistencia civil en casa: sabotaje, insurrección (no armada, sino «amada»), lentitud desesperante, incumplimiento de los compromisos e indolencia, todo junto e impredecible. Amor ambivalente, desconcertante y conflictivo: ni tan cerca ni tan lejos, amor a media máquina, inconcluso, tardí­o, adormilado. Amor resentido y dependiente a la vez. La pregunta que surge es evidente: ¿Es posible tener una convivencia apacible con alguien que te necesita y te rechaza al mismo tiempo?

Una cosa es ser tranquilo, no dejarse llevar por la impulsividad ni la ansiedad y sentirse en paz con uno mismo y, otra muy distinta, hacer del letargo y la displicencia una forma de vivir. Un cirujano que opera «sin prisa» es cuidadoso, pero un bombero «sin prisa» es un peligro social.


La inaceptable propuesta afectiva del estilo pasivo »" agresivo se genera en tres actitudes especialmente dañinas: «Tu proximidad afectiva me aprisiona, tu lejaní­a me genera inseguridad» (ambivalencia interpersonal), «Debo oponerme a tu amor, sin perderte» (sabotaje afectivo), «Aunque nos amemos, todo irá de mal en peor» (pesimismo contagioso).

«Tu amor me aprisiona, tu lejaní­a me genera inseguridad». Las personas pasivo »" agresivas se debaten en una ambivalencia interpersonal angustiante: necesitan tener una figura de autoridad/protección (v.g. la pareja), ya que se ven a sí­ mismos como débiles y faltos de soporte, pero al mismo tiempo necesitan sentirse libres e independientes de cualquier tipo de «control» (v.g. la pareja). El amor se convierte para ellas en un problema de doble ví­a: si me das afecto, malo («Me asfixia») y si no me lo das, también («No soporto la soledad»). Ni contigo ni sin ti. Para colmo, el juego de acercarse y alejarse de la pareja de manera intermitente depende de su estado de ánimo. No hay por dónde, ni con quién. ¿Cómo amar a alguien así­ y mantener la cordura?

«Debo oponerme a tu amor, sin perderte». ¿Qué estrategia utiliza entonces la persona pasivo »" agresiva para tratar de resolver el conflicto mencionado? Quedarse a mitad de camino y apelar a la ley del mí­nimo esfuerzo. La protesta pasivo »" agresiva no es amigable; es una propuesta tortuosa y dañina para quienes la padecen. El amor es visto como un mal necesario al cual hay que torpear, pero no eliminar. En esencia, los olvidos, las llegadas tarde, los trabajos mal hechos y cosas por el estilo, configuran una forma de terrorismo afectivo y psicológico dirigido a perturbar el orden establecido. La premisa de la que parten es inmanejable: el amor es coercitivo y por lo tanto hay que subvertirlo. El sabotaje suele estar acompañado de excusas y alta dosis de cinismo que van desesperando cada vez más a las ví­ctimas.

«Aunque nos amemos, todo irá de mal en peor». Quizás una de las caracterí­sticas más insoportables del pasivo »" agresivo sea su habilidad para ponerle al buen tiempo mala cara y crear un estilo pesimista contagioso. Como pájaros de mal agüero, viven en un holocausto imaginado. Los individuos pasivo »" agresivos poseen el don de desanimar a los demás y llevarlos al lí­mite de la desesperanza. ¿Existe alguna forma de soportar la cantaleta pesimista del pasivo »" agresivo y salir indemne? Conozco tres: entrar en una fase autista, convertirse en un Buda o salir corriendo.
"Everything is political when you're a woman"

Átropos

Estilo narcisista/egocéntrico: El amor egoí­sta.

¿Cómo amar saludablemente a quien vive enamorado de sí­ mismo? No queda espacio para uno. Querer a una persona egocéntrica siempre llevará implí­cito un tercero en discordia incrustado en el ser amado: la soberbia. La paradoja es como sigue: cuanto más ames a un narcisista, más estarás alimentando su sentimiento de grandiosidad y más se alejará de ti. Un señor casado con una mujer narcisista me decí­a, entre resignado e irónico: «Usted me pregunta si ella me es fiel, pues no sé qué decirle»¦ En el sentido tradicional del término, sí­»¦ Pero si lo  vemos desde otro punto de vista, ella me engaña con ella misma»¦ Cuánto más afecto le doy, más difí­cil se hace la relación, más importante se siente»¦».

En el estilo narcisista, el gen egoí­sta llega a su máxima expresión y se manifiesta sin tapujos y descomedidamente. Es el lado antipático de la autoestima, su cara oscura, la desproporción del yo. El engreí­do destruye la condición humana por exceso («Eres menos que yo, no estás a mi altura») y el que no se quiere a sí­ mismo lo hace por defecto («No valgo la pena, me avergüenzo de lo que soy»).



La inaceptable propuesta del narcisista gira alrededor de tres actitudes irracionales: «Mis necesidades son más importantes que las tuyas» (menosprecio afectivo), «Qué se suerte tienes de que yo sea tu pareja!» (grandiosidad/superioridad) y «Si me criticas, no me amas» (hipersensibilidad a la crí­tica).

«Mis necesidades son más importantes que las tuyas». El narcisista no puede abarcar al prójimo porque vive enfrascado en sus propias necesidades y sentimientos. No es posible un amor pleno sin la presencia sentida del otro. En el sentido narcisista, este «desconocimiento amoroso» adopta dos formas tí­picas: el egoí­smo y la manipulación.

Egoí­smo. El narcisista suele ser abusivo y arbitrario en el manejo de los bienes comunes de la pareja, sean fí­sicos, psicológicos o emocionales. Hagamos una diferencia conceptual importante. Egoí­smo no es lo mismo que egocentrismo. El primero tiene que ver con la incapacidad de amar a otros a causa de la codicia. El segundo está relacionado con la incapacidad de descentrarse y ponerse en el punto de vista ajeno, lo que hace que la gente termine siendo esclava de su propio punto de vista.  Dos incapacidades distintas pero relacionadas: ambas se alimentan mutuamente y destruyen cualquier intento de amar a otro. Estar centralizado en uno mismo, de la manera que sea, implica ruptura, aislamiento, mutismo e incomprensión.

Manipulación. Una premisa guí­a la conducta de los sujetos narcisistas es que el fin justifica los medios, siendo ellos mismos el fin, y el medio, los demás. El prójimo al servicio del beneficio propio. Estos individuos se regodean en planear y poner en práctica las estrategias utilitaristas con certeza meridiana. Las estrategias de manipulación pueden ser emocionales o materiales, sutiles o desvergonzadas, circunstanciales o permanentes. No obstante lo que esconde detrás de estas maniobras psicológicas es una creencia altamente destructiva para las relaciones afectivas: «Como soy superior a los demás, quieran o no, la gente está para servirme». Uno de los mayores problemas de las personas narcisistas: no saber perder y, por eso, son tan peligrosas.

«Qué suerte tienes de que yo sea tu pareja»
. Esta aseveración no siempre se hace explicita en una relación, aunque si estamos con una pareja narcisista, la actitud de superioridad y grandiosidad se siente todo el tiempo. Puede manifestarse en una mirada de reproche por no comportarse a la «altura» de las circunstancias, en expresiones de fastidio al no recibir un trato especial o al competir solapadamente para llamar la atención; la superioridad asume infinidad de rostros, como aquellas criaturas mitológicas que les quitan el sueño a los niños.

Pero no todo lo que brilla es oro. En la mayorí­a de los casos, este sentimiento de grandiosidad es una forma de compensar viejos esquemas de inferioridad. Lo que ocurre es que de tanto esconderse en una arrogancia defensiva, terminan mimetizándose con ella y creyéndose especiales. Si quieres mantener a un narcisista feliz y contento, te basta con aplicar dos estrategias proego: contribuir con su «buena imagen» y admirar su grandiosidad incondicionalmente.

La buena imagen. La clave de cualquier amor egocéntrico es saber manejar el marketing personal que le ofrece su acompañante de turno. Llámese clase social, fama o aspecto fí­sico, el punto positivo que aporta la pareja debe acrecentar la imagen del «gran hombre» o la «gran mujer».  La imagen que proyecta el individuo narcisista es una de sus cartas de presentación.

Admiración incondicional. ¿Quieres poner a tambalear el ego de un sujeto narcisista? Simplemente ignóralo. La admiración es la materia prima con la cual el ego construye su santuario. La mayorí­a de los narcisistas prefieren ser reverenciados que amados, por eso les impacta más un aplauso que una caricia. ¿Quieres conquistar a una persona narcisista? Hazle culto a su personalidad y la tendrás comiendo de la mano.

«Si me criticas, no me amas»
. Las personas narcisistas interpretan un desacuerdo o una crí­tica amistosa como un ultraje y una falta de respeto a su fuero especial. Recordemos que estamos ante una baja autoestima amurallada y la honestidad tiene la virtud de penetrar cualquier defensa. Por tal razón, los narcisistas odian a la gente asertiva, simplemente porque dicen honestamente lo que piensan y no se dejan manipular. Esto hecho explica por qué sus parejas tienden a ser personas sumisas que evitan contrariarlas en cualquier sentido.



Estilo obsesivo/compulsivo: el amor perfeccionista.

Un sujeto obsesivo antes de hacer el amor pregunta: «Cerraste bien las ventanas? ¿Acuñaste las puertas? ¿Seguro que los niños están dormidos? ¿Te bañaste? ¿Te lavaste los dientes? ¿No te queda mejor el pijama amarillo? Debo ir al baño, ¿Te molesta si apago la luz? Vas bien con tus anticonceptivas, ¿no? ¡Qué tarde que se ha hecho! ¿Y si lo dejamos para la semana entrante?». El culto al control. Nada satisface a un obsesivo/compulsivo porque siempre habrá algo que podrí­as haber hecho mejor: no importa qué tan eficiente seas, siempre te faltarán cinco centavos para el peso.

La carga del perfeccionismo hace que la relación se vuelva cada vez más solemne, amargada y formal, ya que la espontaneidad y la frescura serán vistas por el obsesivo como una falta de autocontrol de su pareja. No digo que el amor necesite un estado de euforia perpetua para estar bien, pero de ahí­ a convertirlo en un servicio de control de calidad, hay mucha diferencia.

La propuesta afectiva del obsesivo se estructura sobre la base de tres esquemas castigadores y limitantes: «te equivocas demasiado» (crí­tica/inculpación), «De ahora en adelante, yo tomaré las riendas» (responsabilidad ilimitada) y «Debo mantener mis emociones bajo control» (constricción emocional). En otras palabras, subestimación, golpe de estado y escasez de ternura. Muy difí­cil de aceptar para una mente relativamente cuerda.

«Te equivocas demasiado». Si tu pareja cumple los requisitos de un obsesivo/compulsivo, serás inútil, incompetente e irresponsable hasta que no demuestres lo contrario y para «demostrarlo», no tienes otra opción que ser perfecto o perfecta. Cosa juzgada. La ansiedad que genera este tipo de control es tanta que algunas ví­ctimas prefieren convertirse al «obsesivismo», con tal de evitar el peso de una fiscalización constante. Esta estrategia de supervivencia consiste en asumir el papel de «Obsesiva secundaria», es decir, una obsesión subsidiaria, cuyo fin es contribuir a las necesidades del obsesivo principal. Sin duda, una suposición errónea, porque las maní­as del obsesivo seguirán incrementándose gracias a la obsecuencia de su pareja.

«De ahora en adelante, yo tomaré las riendas». La percepción de que la pareja es ineficiente e improductiva, sumada a la propia incapacidad de delegar, hace que muchos individuos obsesivos asuman el mando y se hagan cargo directamente de todo lo que implica la relación: pagos, arreglos, balances, manejo del hogar, planificación de viajes, recreación, educación de los hijos, en fin, cualquier acción o decisión deberá pasar el filtro de la excelencia. Este «golpe de estado» a favor del alto rendimiento tiene, al menos, dos consecuencias negativas para cualquier relación afectiva.

En primer lugar, apoderarse de la marcha y articulación de la relación, excluye irrespetuosamente al otro, remarca su presunta inutilidad y lo ubica en un vergonzante segundo plano; de más está decir que este desplazamiento forzado termina generando frustración, ira y resentimiento.

En segundo lugar, y esto ya es un error de cálculo del obsesivo, tomar las riendas del «todo» implica asumir una responsabilidad «general». Esto significa que, si antes el sufrimiento tení­a lugar por las equivocaciones de su pareja, ahora la obsesión estará dirigida a su propia persona. La exigencia se transformará en autoexigencia, la crí­tica en autocrí­tica y el castigo en autocastigo. Rendirse cuentas a si mismo puede ser tan o más agobiante que rendirle cuentas al prójimo.

«Debo mantener mis emociones bajo control»
. Uno de los miedos principales que mortifican a las personas obsesivas es que si dejan de ejercer el control mental sobre sus emociones se meterán en problemas o harán el ridí­culo. Este culto a la racionalidad los lleva a bloquear sus estados internos y a enfriar sus sentimientos.

Esta rigidez emocional es la principal razón por la cual la personalidad obsesivo/compulsiva muestra dificultades en el área sexual. La incomodidad que les provoca la expresión de emociones, la falta de espontaneidad y el miedo a perder el control los llevan a una disminución en el deseo sexual y a tener dificultades para alcanzar el clí­max. Y es entendible, si consideramos que durante el orgasmo, el tiempo y el espacio se confunden locamente y las reglas de conducta se pierden en la más absoluta anarquí­a. Dicho de otra forma: los impulsos sexuales en el obsesivo casi siempre están en cuarentena.
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Estilo antisocial/pendenciero: El amor violento.

Desde un punto de vista ético, se consideran «idiotas morales», es decir, personas incapaces de reconocer los derechos de los demás. No es una buena carta de presentación para un pretendiente, menos aún, si tenemos en cuenta que estos individuos tienden a violar las normas sociales, son extremadamente impulsivos, irresponsables y, con frecuencia, presentan comportamientos fraudulentos e ilegales. Pero lo verdaderamente sorprendente es que consiguen pareja, se casan y tienen hijos.

La esencia del amor maligno es la cosificación del otro. Supone convertir  a las personas en objetos de uso múltiple y desprenderse de cualquier responsabilidad frente a la existencia ajena.

La telaraña afectiva del estilo antisocial se teje sobre la base de tres esquemas profundamente patológicos y dañinos: «No me interesan tu dolor ni tu alegrí­a» (cosificación afectiva), «Te lo tienes merecido, ¿quién te manda a ser débil?» (desprecio/maltrato) y «No tengo ninguna obligación contigo» (irresponsabilidad interpersonal).

«No me interesan ni tu dolor ni tu alegrí­a»
. El antisocial se basta a sí­ mismo y, por eso,  cuelga a la gente de un llavero, la lleva y la trae como una «cosa», sin esperar ningún tipo de aprobación. En general, el antisocial no necesita de la gente para fortalecer su autoestima. Los demás, por definición, son «superfluos» o prescindibles, a no ser que puedan ser utilizados en algún sentido.

«Te lo tienes merecido, ¿quién te manda a ser tan débil?"
La dominancia total conlleva tanto al menosprecio como al desprecio por el otro. Aunque ambas palabras pueden considerarse sinónimos, vale la pena hacer una diferencia de grado en lo que a rechazo se refiere. Por ejemplo, el narcisista tiende a menospreciar («Soy más que tú y tú vales menos»), pero el antisocial tiende más a despreciar que a subvalorar al otro («Estoy por encima y tú no vales nada»). Volvemos a la cosificación del prójimo como filosofí­a de vida. Amar a un antisocial es morir dos veces: como persona jurí­dica, ya que pierdes el «derecho a tener derechos», y como sujeto moral, porque destruyes tu identidad y te despersonalizas.

Después de un tiempo de relación, las parejas de los antisociales pierden su energí­a vital y se tornan extremadamente conformistas y resignadas a su suerte. En ellas,  se manifiesta una curiosa forma de disociación mente-cuerpo: saben que deben escapar y salvarse, pero su fí­sico no reacciona.

«No tengo ninguna obligación contigo». La culpa o el remordimiento no tienen cabida. Los efectos negativos y destructivos que sus acciones tienen sobre los demás no son procesados correctamente: «Lo hecho, hecho estờ. La idea del compromiso no existe y menos aún el concepto de las obligaciones adquiridas, llámense laborales, conyugales o económicas. No escucharán reclamos, porque no se asume como propia la competencia ni la conciencia del hecho.

Estilo esquizoide/ermitaño: El amor desvinculado o indiferente.

La indiferencia del esquizoide es mortal porque no tiene su origen en el ego, ni en la lucha por la supervivencia del más apto, sino en una desvinculación esencial: la ausencia emocional sin más razón que  la ausencia misma.

La estrategia principal del esquizoide es crear un territorio cerrado, afectivo y fí­sico, para evitar que la gente traspase ese espacio de reserva personal y le quite la movilidad que requiere. Este afán por la libertad, hará que cualquier intento por establecer un contacto í­ntimo sea percibido como amenazante.

La propuesta del estilo esquizoide es inaceptable porque rompe con la estructura ética del amor, al desconocer la importancia de la philia (amistad) y el ágape (compasión). Los siguientes esquemas muestran la complejidad de esta manera de relacionarse: «Mi autonomí­a no es negociable» (culto a la libertad), «No comprendo tus sentimientos y emociones» (analfabetismo emocional) y «Puedo vivir sin tu amor» (autosuficiencia afectiva).

«Mi autonomí­a no es negociable». Nadie niega que la autonomí­a sea un valor imprescindible para el crecimiento psicológico y emocional. Sin embargo, una cosa es la independencia razonable y otra distinta la adicción al desapego. El esquizoide busca en la soledad un refugio para su existencia y hace que la independencia se convierta en aislamiento, reclusión e incomunicación. Este repliegue estratégico responde a la visión negativa que posee de los demás y a la idea de que el amor es una forma de esclavitud. Querer a un esquizoide es como abrazar la nada.

¿Cuál serí­a la mejor pareja para un esquizoide? Quizás otro esquizoide, aunque es probable que al poco tiempo ambos se aburran y busquen a alguien menos escurridizo que los inserte de tanto en tanto en la vida real. Otra opción es las relaciones por internet, distantes pero aparentemente próximas, no comprometidas y juguetonas, donde la comunicación se maneja a millones de años luz, así­ puedan verse en las pantallas.

«No comprendo tus sentimientos y emociones». Como ya dije, los esquizoides sufren de cierto analfabetismo emocional y falta de empatí­a. Más concretamente, les cuesta leer lo que el otro está sintiendo. La gran mayorí­a de esquizoides sufren de una enfermedad psicológica llamada alexitimia, que consiste en la incapacidad de procesar información emocional y/o afectiva, propia o ajena.

Quizás el amor desvinculado no sea amor en lo absoluto. No sabemos a ciencia cierta qué ocurre en la mente de un sujeto esquizoide y si esa mezcla difusa de sensaciones y percepciones enredadas configuren un patrón afectivo o algo que se le parezca. De todas maneras, no es consuelo ni justificación: la indiferencia es una tortura que mata en cámara lenta.

«Podrí­a prescindir de tu amor fácilmente». La indiferencia radical es profundamente destructiva para alguien que espera ser amado o amada. No es lo mismo afirmar: «Me dolerí­a perderte porque te amo, pero aun así­, sobrevivirí­a a tu ausencia», a decir, por ejemplo: «Me da lo mismo estar contigo, que sin ti».

En las parejas también existe una lucha por el poder, y el «poder afectivo» lo posee quien necesita menos al otro. Si puedes prescindir de ti más fácil de lo que tú puedes prescindir de mí­, tengo una desventaja a mi favor. Como se utilice este poder, es otra cuestión. Pues bien, en esto de darse de baja en la relación, el esquizoide lleva sin lugar a dudas la delantera: no ruega por amor, pude muy poco o nada, no suplica, no sugiere y no colabora para que la relación mejore.


Ojú, qué miedo... ¿hay más estilos afectivos?
Venga, ahora es cuando todas tenéis que rajar de vuestras exnovias y clasificarlas...
"Everything is political when you're a woman"

Fahrenheit

Vale, después de leer (por encima) los diferentes tipos de pareja, he llegado a la conclusión de que mi primera ex era obsesivo-compulsiva, y mi segunda ex era sencillamente gilipollas.
El foro de www.lesbianas.tv ha muerto. ¡Larga vida al nuevo foro!

Báthory

Sí­, da bastante miedo. Mi reina de corazones -por no decir mi zorra culo de mono por excelencia- fue una muchachita esquizoide. Fue después de una relación de mil años y notaba cosas raras en la muchachita nueva, pero pensaba que serí­a cosa mí­a por no tener más que un referente antes que ella. La clave fue una noche, cuando llevábamos unos tres meses, tomando algo y charlando le dije: ¿Sabes ese cosquilleo en el estómago de cuando estás empezando a enamorarte? No recuerdo qué le iba a decir, pero ella me desconcertó diciendo: No. Y no me desconcertó porque no lo sintiera por mí­, sino porque habí­a tenido dos relaciones supuestamente serias antes. Después de eso me desconcertó muchas veces con sus respuestas cuando yo intentaba mantener conversaciones normales que implicasen sentimientos y me vi parándome en incontables ocasiones para apelar a los referentes sociales y a miles de gilipolleces por hacerme entender, en lugar de charlar con naturalidad -o mandarla a cagar desde el principio-. Era raro y frustrante, no sabí­a si me estaba vacilando... Era como hablar con un robot.
Casi al final de la relación empezó a ir al psicólogo y me dijo que le pasaba eso, lo cual me alivió, porque yo sabí­a que le tení­a que pasar algo raro y ahí­ estaba la respuesta.

También me encontré en el camino a una narcisa, pero se puso unas medias de rejilla, yo la miré horrorizada, ella se enfadó porque no la admiré y se convirtió en la protagonista de Misery, con lo que salí­ corriendo a tiempo XD
"Fratriarcado es también toda defensa que las mujeres realizan de los pactos entre varones, sin reparar en que ellas no están incluidas." Rosa M. Rodríguez Magda

vengodemarte

Yo me siento identificada con  el - Estilo pasivo/agresivo: el amor subversivo -aunque igual suena un poco psicópata y pensáis de mi lo peor.

La verdad es que estoy teniendo «serios problemas» con mi última pareja y aunque es la persona que más he querido en años (de hecho creo que es la persona a la que más he querido nunca), la profecí­a parece que se cumple, aunque al menos es por ambas partes y es que me siento y la siento a ella identificada con algunas de las cosas que vienen ahí­.

Por un lado, está ella, que quiere libertad y que se toma a malas cada acto que hago con la mejor intención del mundo.  Por otro estoy yo, que también necesito cierto espacio porque las personas que están muy pendientes de mi me agobian.

Ella necesita su espacio, yo necesito el mí­o. Pero cuando ella pasa de mí­ durante dí­as me vuelvo insegura y desconfiada. La quiero pero a veces la matarí­a. Soy de las que ha estado creyendo que «el amor puede superar cualquier problema». 

Claro que»¦ yo soporto la soledad y hasta ahora evitaba estar en pareja. Puede que sean simples paranoias.

Soy persona de manual. ¿Voy a pasarme la vida sola?  :'(

GrimUrsa

¿Acaso no es todo el mundo un poco tóxico en algún momento?
Mens sana in corpore insepulto

vengodemarte

Siempre.

Hay personas que son tóxicas por naturaleza.

Y luego»¦ hay relaciones que por una cosa o por otra acaban siéndolo también.

cozumel

Creo que acabo de vislumbrar que quizas este saliendo de una esquizoide con manifestaciones pasivas agresivas. Esto tengo que meditarlo porque hay frases lapidarias que me han dado de lleno.

Joder!
«Estamos aquí­ para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí­ para tomar cerveza. Estamos aquí­ para matar la guerra. Estamos aquí­ para reí­rnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos.»
»•Charles Bukowski--

Cam

Cita de: GrimUrsa en Agosto 19, 2014, 22:26:26:40 PM
¿Acaso no es todo el mundo un poco tóxico en algún momento?

Totalmente de acuerdo.

Yo me he identificado en uno de los apartados, no de esa forma tan exagerada pero si veo algún matí­z y reconozco que eso a quien más daño hace es a mi misma.
"Ante todo, respétate a ti mismo."

Pití goras

Chalada

mi trayectoria ha sido:
narciso
narciso
indiferente
compulsivo
compulsiva

el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ertryw45

Debo aclarar que en ningún caso era realmente patológico incluso yo misma creo ser un poco narcisista pero leve.

freakygirl

Cita de: Chalada en Agosto 26, 2014, 12:20:20:59 PM
compulsiva

Joder, quién quiera que sea la susodicha tendrá que hacérselo mirar ¬¬'

Astrea

Jajajajaja, tení­a que haber leí­do esto años atrás XD

Chalada

Cita de: freakygirl en Agosto 27, 2014, 20:07:07:20 PM
Joder, quién quiera que sea la susodicha tendrá que hacérselo mirar ¬¬'

la susodicha tiene otras virtudes que compensan con creces sus diminutos defectos

freakygirl

Cita de: 1Mikka en Septiembre 01, 2014, 17:14:14:39 PM
Pues yo creo que todas las personas con las que nos hemos relacionado se merecen un respeto y
que en algún momento esos mismos defectos o virtudes les hací­a especiales.

Claro, pero una cosa es ser un poco maniática, pasota o asocial -todas tenemos algo de ésto-, y otra muy distinta es tener una patologí­a como las que se describen en el texto.

De todas formas, ya sabemos que mucho de lo que se comenta en el foro -sobretodo respecto a las exes- es a veces cachondeo, a veces terapia y en general bastante banal.